lunes, 14 de noviembre de 2016

La otra cara reseñada por Tulio Hernández en su columna de El Nacional

http://www.el-nacional.com/tulio_hernandez/cara_0_955704616.html

La otra cara

I.
Así se llama la novela. La escribió Manuel Acedo Sucre. La publica Oscar Todtmann Editores. El mismo sello editorial que tuvo el ojo para descubrir que La otra isla de Francisco Suniaga iba a ser un fenómeno. Esa novela que convirtió a Margarita en el gran escenario de una historia con una muerte extraña, un alemán enamorado de los gallos, una bella morena criolla perturbándolo todo y un abogado que, a ritmo y estilo pampatareño, intenta desentrañar el caso. 
 II.
Manuel Acedo hizo su debut en la literatura venezolana a comienzos de esta década 2010. Con una novela de título cáustico –Nosotros todos– que inauguraba una especie de saga sobre la picaresca corrupta en los tiempos chavistianos. 
Solo que en vez de indagar en los corruptos a secas, los de librito, los que contratan desde el Estado una obra de cien millones y se quedan con veinte o venticinco, decidió indagar en la corrupción sofisticada, aquella que parece menos cochina y rudimentaria pero que igual es un trabajo ruin.
La que ofician personajes provenientes de las clases medias y altas que, ya como testaferros, como asesores políticos, embajadores, embaucadores y afines, saben acomodarse en las entrañas del mal que nos agobia y, sin escrúpulos, sin medir las consecuencias de sus actos, logran posiciones de poder discreto, buenas casas, mejores comidas, una vida más que cómoda y una cuenta abultada en algún paraíso fiscal.
III.
La otra cara es una especie de cesta de historias que se bifurcan y se entrecruzan en el tiempo y en el espacio, pero que tienen su origen, como tantas historias reales de nuestras vidas, en un grupo masculino de adolescentes que comparte la escuela secundaria en una ciudad llamada Caracas.
La historia comienza en un bachillerato que parece ser de los años 1960, con una clara relación de los maltratos, eso que ahora conocemos como bullying, a los que es sometido uno de los chicos del grupo –el más atípico y menos dotado para la violencia– y termina en el presente, la segunda década del siglo XXI, radiografiando a otro, uno de los acosadores, ahora convertido en adinerado asesor político de Hugo Chávez. Un miembro venezolano del club de vivianes y charlatanes que, con Monedero y Podemos como modelo, encontró cómo vivir a costa de ese “mango bajito” –así lo llama el vivián– llamado Hugo Chávez.
Si tuviera que simplificarlo diría que el libro es una entomología de un asesor pervertido que pone su mediana inteligencia al servicio de un gobierno totalitario sin mirar ni preocuparse por cuantas personas lesiona, maltrata, humilla, persigue, ofende, somete a privaciones el régimen que asesora. Una radiografía de la maquinaria perversa que construyó el chavismo con una única y clara intención: perpetuarse en el poder. 
Como muy bien lo confiesa el personaje: “Ese mercado, el de los asesores como yo, es del político que busca a alguien que no se detenga en apreciaciones de lo que sea o no sea ético, sino de lo que sirva o no sirva para alcanzar y luego conservar el poder”.
IV.
Pero la novela también es la historia de un sufrido. El contra personaje del exitoso asesor. De alguna manera su víctima. Un sensible, buen fotógrafo y mejor escritor, que nunca llega a descubrirlo y termina siendo un bueno para nada. Incluyendo aquello que bien sabe hacer. 
Hay en este texto tres autores que se confrontan. Uno que quiere contar la historia de Oreja, un perdedor por el que el lector terminará sintiendo simpatía y solidaridad. Otro que, obsesivamente, quiere dar una clase de historia política, un pedagogo; un activista que quiere, y logra, explicar qué es y cómo se mantiene este fenómeno político de un totalitarismo de nuevo signo llamado chavismo. Y un novelista, Manuel Acedo, que quiere armonizar a los otros dos construyendo los puentes para que el lector se desplace a gusto sobre los rieles del relato seductor que define una buena novela.
Dos tiempos quedan retratados, el de los últimos días del militarismo perezjimenista y el de los días actuales, no sabemos si son los últimos, de la peste roja. Del militarismo del siglo XXI.

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